lunes, 11 de febrero de 2013

POSPARTO - Eva


Recuerdo mi posparto como una etapa dura y agotadora.  Salí del hospital con las grapas de la cicatriz retiradas prematuramente por una alergia, el pecho dolorido por una incipiente mastitis, con la pena de no poder dar pecho y con la enorme tristeza de dejar allí a mis bebes. 

A las 24 horas todo mejoró bastante porque pudimos llevarnos a Marcos a casa, un bebé minúsculo de 2.130 kgs, tranquilo y dormilón, que la primera noche durmió 5 horas de tirón (aunque yo me levantaba cada cinco minutos a ver si respiraba o estaba bien tapado, como toda madre primeriza), aunque se nos rompía el corazón de ver la cunita de María vacía.

A pesar de los dolores y el sangrado, esos primeros días fueron relativamente fáciles de llevar, y a los 6 días pudimos ir a buscar a María, mi morenita ya pesaba 2.130 y la mandaban a casa.  Todo estaba organizado y además mi madre estaba gran parte del día con nosotros, ayudándonos.

Pero no todo iba a ser tan fácil, al día siguiente de traer a María a casa, mi madre cayó enferma con gripe y por supuesto, el médico le dijo que ni se acercara a los niños.  Bueno, no pasaba nada, mi marido tenía todavía 15 días para estar en casa, con el permiso de paternidad y unos días de vacaciones, pero al día siguiente él también se levantó enfermo y con fiebre.  El diagnóstico fue gripe también, y se tuvo que ir a casa de sus padres para no correr el riesgo de contagiar a los bebés.  Así que me quedé sola en casa con los dos niños los siguientes 6 días.  Probablemente exagero, pero los recuerdo con horror.  Los niños comían cada 3 horas y les costaba casi una hora acabarse el bibe, intenté colocarlos de manera que pudiera darles a los dos a la vez, pero no lo conseguí, eran tan pequeños…así que entre toma y toma apenas podía descansar unos 45 minutos, que dedicaba a medias a llorar y dormitar.  Me dolía mucho la cicatriz todavía, mi espalda y cadera estaban muy resentidas y me sentía al límite de mis fuerzas.  Si no fuera porque una buena amiga me hizo la compra y me trajo comida, probablemente ni hubiera comido esos días  (la parte positiva es que en esa semana recuperé mi peso de antes del embarazo, jeje).

Por fin se recuperaron los enfermos y establecimos una rutina, por las noches me ocupaba yo de las tomas, con la ayuda ocasional de mi marido si el que estaba esperando para comer lloraba mucho, y a media mañana venía mi madre, sin cuya ayuda no sé qué hubiera sido de mí, ella se ocupaba de las tomas de las 12 y las 3 y así yo podía descansar unas horas o salir un rato a caminar.  A veces prefería esto último, necesitaba tomar aire y despejarme, probablemente tenía una ligera depresión posparto o simplemente me superaba la situación, pero necesitaba alejarme media hora.

Lo más complicado fue hacerle entender a los familiares y amigos que querían venir de visita que el médico las había prohibido hasta que los nenes tuvieran un mes, y que además yo necesitaba recuperarme del parto y dormir de vez en cuando.

Respecto a la lactancia, las primeras semanas mis niños tomaban una leche específica para prematuros, ALPREM, que era carísima y teníamos que encargar en la farmacia.  Ese primer mes gastamos unos 400 euros en leche, y perdí la cuenta de los pañales…

Mis niños nunca han sido grandes comedores, y ese primer mes nos desesperamos, ya que el pediatra insistía en que tenían que comer cada 3 horas, quisieran o no, así que lo probamos todo para que comieran mejor, les dábamos el bibe en diferentes posturas y sitios de la casa, en la calle, cambiamos de biberón y tetina mil veces (para que acabaran prefiriendo las de Mercadona, ja).  Cuando cumplieron 2 meses María ya pesaba 4.100 kgs y Marcos 4.300, ¡gran avance desde los 1.860 y 1.970 de su nacimiento! Y con 3 meses cumplidos decidieron que ya no tomaban bibe por la noche, aunque cuando se lo conté a la pediatra puso el grito en el cielo y me dijo que tenían que hacer al menos 5 tomas, que los despertara para darles el último bibe a las 12 de la noche.  Después de una semana de esfuerzos infructuosos en los que, o los nenes no se despertaban, o si conseguíamos despertarlos estaban de tan mal genio que no querían comer, decidimos que ningún niño se muere de hambre teniendo comida, y que les daríamos de comer cuando lo pidieran, así que acabamos haciendo 4 tomas al día: una en torno a las 8 – 9 de la mañana, otra a las 12- 1, la tercera a las 16 -17 y la última en torno a las 21 horas.

A esas alturas ya era más fácil ya que los podía poner semiincorporados en sus hamaquitas y darles el bibe a los dos a la vez.

Ahora hecho la vista atrás, y a pesar de todo volvería a pasarlo, lo único que lamento es no haber podido o haber sabido disfrutar más de ellos esos primeros meses.

Eva



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