jueves, 31 de enero de 2013

POSTPARTO: Almudena


Salimos del quirófano de nuevo a la sala de dilatación, donde me dejaron dos horas en observación antes de subirme a la planta. Una vez allí pude ver las primeras fotos de las niñas, ya que mi marido había ido con ellas para hacerles el ingreso en neonatos. Recuerdo nuestra cara de “tontos” mirando las fotos.

Alrededor de las 17.00 de la tarde ya me subieron a la habitación, todavía tenía las piernas totalmente dormidas por la epidural, efecto que me duraría aún un par de horas más hasta que ya me pude poner en pie. Mi madre estaba de camino, la pobre tuvo que coger el primer tren a Madrid y llegaba como a las 22.00 de la noche. Sólo tenía ganas de poder bajar a neonatos y poder ver a las pequeñas, pero había que esperar a que me encontrase mejor.

Lo único medio positivo de tener a mi familia en Alicante, es que no tuve muchas visitas al hospital, y la verdad es que se agradece o por lo menos yo lo agradecí. Somos muchos en mi familia y todavía recuerdo con estupor el fin de semana que pasé en el hospital cuando nació mi primer hijo, que era un trasiego constante de gente, desde las doce del mediodía hasta las ocho o nueve de la noche. Por lo menos en esta ocasión, estuvo mi madre y mi marido conmigo en todo momento que era lo único que quería, estar tranquila.

Las niñas seguían en neonatos y allí estuvieron 11 días. A mí el alta me la dieron a los dos días de dar a luz, porque todo estaba perfecto. Nos fuimos a casa y como ya había pasado por la misma situación con mi hijo anteriormente, esta vez decidí no agotarme demasiado, así que me lo tomé con mucha calma. Íbamos al hospital una vez por la mañana, siempre a la hora de la toma antes de la visita del médico y otra por la tarde, coincidiendo también con la visita de la tarde, así estábamos más tiempo con ellas.
Intentaba descansar todo lo que podía, mi madre se quedó unos días en casa para ayudar a que pudiera reponerme cuanto antes, porque había que coger fuerzas para cuando llegasen las niñas.

Poco a poco fui encontrándome mejor, aunque el dolor en la espalda por el pinchazo de la epidural me estuvo molestando varios meses. No tuve un postparto demasiado complicado físicamente, el problema lo tuve emocionalmente.
Me molestaba todo, estaba demasiado irritable, aunque intentaba ponerme en el lugar de los demás, tuve muchos momentos de desesperación y de agobio, sobre todo con el tema visitas.

Sé que es complicado entender a la familia política, pero en mi caso es que fue un poco más allá. Para ellos eran sus primeras nietas y sobrinas.....pero a mí llegaron a asfixiarme de tal manera que no pude más. Sólo veía que no respetaban mi territorio, todo tenía que ser cuando ellos querían, no cuando yo quería. Daba igual hubiese dormido media hora, como no, si se les ponía en el moño que venían a las cinco de tarde, pues te tenias que aguantar y lo peor de todo que mi marido les complacía, hasta que dije no más.
Fueron unos meses muy malos, de querer tenerlo todo bajo control y no poder, los niños, la casa y la vuelta de nuevo al trabajo que de verdad ansiaba, para poder desconectar un poco de aquel caos emocional que vivía en ese momento, también he de decir que el descontrol hormonal hizo lo suyo. Para colmo, Ana estuvo unos meses muy malita por culpa del reflujo gástrico que padecía, era un calvario. No la podía acostar después de comer, la pobre se retorcía de la subida de los jugos gástricos y lloraba desconsoladamente de día y de noche. Hasta que dieron con lo que era y le pusieron tratamiento, estuvimos casi un mes sin dormir, apenas pude pegar ojo más de una hora seguida, estaba agotada física y psicológicamente. Los primeros tres meses los recuerdo como una pesadilla.

En fin....tuvimos una crisis bastante grave en nuestra pareja, a consecuencia de todos los acontecimientos sucedidos en tan breve espacio de tiempo. Mientras pasaban los días e intentaba disfrutar al máximo de mis niñas pequeñas y también de mi hijo el mayor, que al pobre y muy a mi pesar, no pude atender como hubiera querido.

Gracias a la terapia de pareja que acudimos, las cosas fueron tomando su cauce. Mi equilibrio emocional fue recuperándose y aprendimos como hacer las cosas en beneficio de nuestra familia numerosa en ese momento. A la familia política, le marcamos los límites. Con las niñas nos íbamos compenetrando mejor en la organización de cómo hacer las cosas y con nuestro hijo mayor fuimos recuperando el tiempo que no le habíamos dedicado en ese momento de tanto caos. Y nosotros aprendimos a dedicarnos también un tiempo, que es muy importante para poder seguir adelante siendo la familia que somos.

Almudena.

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