Maru, Santiago de Chile, el 12 de noviembre todavía tenía 34 años.
Alex Méderic, 1370 gramos.
Eric Maximilien, 1200 gramos.
Llevaba casi 25 días de cama por rotura de membranas a las 25 semanas, sabía que mis niños nacerían prematuros y mi trabajo era estirar lo más posible el embarazo para darles tiempo a los pequeños de desarrollar sus pulmones y otros temas.
Primero estuve seis días en un hospital público de Santiago de Chile, luego fui a la Clínica Indisa. Mi obstetra me controlaba cada día hasta que un día, a las 28 semanas, luego de preguntarme qué diantres sería una contracción, sentí una tensión sumamente característica en la parte superior de mi vientre a las 19.45 del día 11 de noviembre de 2011. Cuando no se pasaba la tensión, supe que algo no andaba bien y llamé a mi doctor.
Los niños tenían un buen nivel de pulso y mi doctor vino de inmediato, sin embargo como la idea era estirar el mayor tiempo posible intentamos esperar, pero a las 21 horas el doctor con el gráfico de contracciones en la mano me dijo que teníamos que proceder de inmediato.
A esta altura ya sentía una presión a la altura de la lumbar, después supe que eso era el famoso trabajo de parto.
Ese día mi marido tenía a las pequeñas niñas de su matrimonio anterior, una de 5 años y la otra de 7 y con retraso mental, situación que imposibilitaría que me acompañara esa noche. Me limité a enviarle un mensaje y luego a decirle escuetamente por celular lo que sucedía, por lo que le ponía sobre aviso. Lo siguiente sucedió rápido, un ir y venir de enfermeras, matronas y mi médico dándome palabras de apoyo. Me preguntó a cual sacaríamos primero y a cuál de los niños después, como se llamarían… uff!! No era el momento para eso en mi cabeza pero me las arreglé para responder mientras ya me veía en camino al pabellón.
A eso de las 22.45 horas y ya en el quirófano, vi un grupo de unas catorce personas animadas y charlando entre sí como si fuera un happy hour en un bar pero con barbijos y uniformes azules, con la diferencia de que en la mesa no había margaritas sino que estaba yo con mi mal cubierta humanidad por un delantalcillo que no dejaba nada a la imaginación.
Luego de nuevo preguntas, ya no recuerdo cuáles, pero las respondí. Era como estar subdividida observando todo como un científico curioso y por otro lado mis manos temblaban y no podía sacar una sonrisa como en rictus de mi cara que hacía que mis mejillas doliesen mucho. Después de la epidural, que no dolió nada, todo fue aún más rápido. Mientras “trabajaban” los doctores, me vino un sueño irreprimible, así que luego de que la matrona me dijese que durmiera tranquilamente y que ella me avisaría cuando los niños estuviesen “listos”, procedí a cerrar los ojos.
No sé cuánto tiempo pasó, pero de pronto desperté y la matrona dijo: “ahí viene uno!”. Supe luego que en ese momento ya era la 1.43 del día 12 de noviembre. Lo único que quería era escuchar su llanto, saber que estaba bien… y sin más preámbulos Alex lloró fuerte y claro, me lo trajeron como un pancito caliente, la matrona me dijo que podía besarlo y pedí que se lo llevaran pronto porque mi preocupación era que les dieran los primeros cuidados a la brevedad. Mientras pensaba eso, escuché el llanto de Eric y luego del beso, también se lo llevaron a la Unidad Crítica Intensiva Neonatal junto con su hermanito.
De ahí, le dije al doctor que me dejara una cicatriz de bikini mínimo, mientras se reía y me decía que sería un artista, me volví a dormir. Desperté en la unidad de recuperación donde podría decir que la experiencia de parto llegó a su fin y comenzaba el post parto. Me dijeron que no debía hablar en unas cuatro o seis horas y mi doctor me dijo que debía caminar lo antes posible. Eso hice exactamente y si bien mis tobillos se hincharon como los de un elefante, me las arreglé para caminar y estar lista para comenzar con la siguiente etapa lo antes posible: nuestra estancia en la UCI Neonatal, pero esa es otra historia.
Maru
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