jueves, 3 de mayo de 2012

LA GRAN NOTICIA - Eva

¿Qué como recibimos la noticia? Pues supongo que como la mayoría de vosotras. Con una mezcla de susto y alegría, aderezada con un poquito de inseguridad.

En mi caso, no llevábamos demasiado buscando bebé cuando empecé a encontrarme mal… me mareaba, tenía nauseas y la cada vez más afianzada idea de que mi cuerpo se rebelaba contra mí, así que decidí hacerme una prueba de embarazo. Pero ¿me hice un test de farmacia? Nooooooooooo… una que es maña y todo lo hace a lo grande, me fui directa a mi médico, y sin embargo amiga, Pilar, para que me hiciera un volante para analítica, yo quería la prueba en sangre y 100% fiable.

Al día siguiente me saqué sangre y por la tarde me dieron el resultado: un positivo como un castillo, y con la hormona disparada… bueno, será que estoy embarazada de más tiempo de lo que pienso, no pasa nada.

A los pocos días pedí cita con mi ginecólogo y allí que me fui toda contenta, quedando con mi marido en reunirnos en la consulta. Se dio la circunstancia de que la paciente anterior a mí no había ido, así que me pasaron a la consulta 15 minutos antes de la hora, cuando mi marido ni siquiera había llegado. Bueno, pues ya entrará cuando llegue.

Me pongo en la camilla, en esa “cómoda” postura y el ginecólogo me empieza a hacer la eco vaginal: “Mmm... sí… ya veo...” y me gira la pantallita para que lo vea. “Ves, aquí hay un saquito, con latido, y aquí hay otro”, mi respuesta, espectacular: “¿Otro qué?”, “Pues otro embrión”, me respondió el ginecólogo mirándome como si fuera tonta… pegué tal respingo que casi me caigo de la camilla!! Y mi marido sin llegar!!!!

Me vestí, con las piernas temblando y me senté frente al médico de nuevo. En ese momento entró mi marido, preocupado porque le habían hecho pasar corriendo desde la sala de espera y le dije: “Hola cariño, siéntate y tranquilo”. El pobre no entendía nada y me miraba de hito en hito. Entonces se lo dije: “Jorge, son gemelos, hay dos saquitos”… No movió un músculo ni alteró su expresión, solo dijo “Bien”, mientras a mí me daba la risa y el ginecólogo extendía recetas de ácido fólico y demás suplementos.

Cuando salíamos por fin de la clínica, mi marido habló: “bueno, pues así solo tendremos que hacer un bautizo, una comunión…” Y ya me dio la risa tonta y empezó nuestra Locura Maravillosa.

1 comentario:

  1. Creo que fui más expresiva yo al enterarme, que tu marido! jaja!!

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