viernes, 23 de marzo de 2012

¿Cómo serán? ¿Se echarán de menos?

¿Cómo serán?
Seguramente es muy pronto para saber cómo serán nuestros pequeñuelos dentro de unos meses o unos años, cómo será su carácter, si serán curiosos, ávidos por aprender, nobles, gamberros, si se llevarán bien entre ellos, si estarán todo el día a palos,… Muy pronto sin duda, pero la tentación de pronosticar su futuro es más fuerte que la lógica.

Miro a Álvar mientras come y tiene toda la pinta de que va a ser un pilluelo en toda regla. Cuando ya no quiere más biberón, comienza a fruncir el ceño, tanto tanto, que casi se le juntan los dos ojos. Cierra la boca de esa manera tan particular que tiene, con el labio inferior debajo de la mandíbula, empieza a patalear, a gruñir y a mover las manos, como amenazando con temibles llaves de karate. Y si todo eso no es suficiente, comienza a ponerse colorado, casi morado, parece que va a prenderse fuego ahí mismo. Cris dice que es como el bebé de la peli de "Los Increíbles". Luego, le das unas palmaditas en la espalda y poco a poco, recobra su color original.
Me imagino a Álvar siendo de esos niños, que aún gamberretes y algo trastos, caen bien a todo el mundo. Esos niños alegres y divertidos de los que todo el mundo recuerda alguna anécdota suya en las reuniones de antiguos alumnos. Me lo imagino audaz, más listo que inteligente, de verbo fácil y hábil conversador.

Lara ya va por su segundo día comiendo muy bien aunque a veces también se enfada si no quiere más. A diferencia del karateka de Álvar, Lara parece que mueve los brazos y las manos rítmicamente, como si estuviera bailando por "soleá". Después de bajar 200 gramos desde que nació, ya está cerca de nuevo de esos 1.900 gramos iniciales. Casi igual que Álvar, que apenas ha bajado, y ya está en unos 1.840 gramos. En las últimas tomas, Lara está con los ojos bien abiertos, mirando para todos los lados (excepto para mí, claro), investigando, escudriñando las paredes. A Lara me la imagino mirando siempre para adelante, me la imagino valiente, dispuesta a demostrar en todo momento lo mejor de sí, a vencer todas las dificultades que se le presenten en la vida, aunque luego junto a sus hermanos, se muestre algo más apocada. Me la imagino teniendo una relación más estrecha y confidencial con Álvar que con Mario, quizá porque los dos llevan compartiendo sensaciones similares a pocos centímetros uno de otro.

Mario come muy bien, aunque con la leche materna es un poco vaguete, tanto con el biberón como con el pecho. Hoy pesaba 2.210 gramos y esos 300 gramos de más con respecto a sus dos hermanicos, se notan. Tiene mucha más fuerza y la cabeza se me suelta de la mano cuando tiene hipo. Quizá debido a estas primeras semanas en las que no estará con sus hermanos, a Mario me lo imagino algo tímido, pero también noble, parco en palabras, sincero, de buen corazón, justo e independiente. Quizá tenga envidia alguna vez de Álvar porque a pesar de esforzarse mucho para sacar buenas notas, a pesar de portarse mejor en clase, no llega a destacar socialmente tanto como el revoltoso de su hermano. Sin embargo, es una envidia sana, porque al final siempre acaban riéndose juntos, revolcándose por el suelo, a carcajada limpia, y recordando que a pesar de que Mario sea más grande y fuerte que Álvar, es Álvar el hermano mayor al haber nacido un minuto antes. Menuda pareja forman.

¿Se echarán de menos?
Después de 35 semanas juntos, después de muchas patadas, cabezazos, manotazos, quita tú para allá que me meto yo, pues no que se mete la otra, dejadme en paz que yo ya me voy para abajo, ese no es el pito que tienes que tocar (ah no, esa es otra canción), después de tanto lío, de tanto puzzle, pero también, seguro, después de tantos pequeños roces que al principio asustaban, después de tantas caricias entre ellos, sintiéndose juntos y acompañados en ese mar oscuro, compartiendo la misma comida y la sensación agradable de esas voces que vienen desde fuera, que no comprendemos lo que dicen, pero que nos gusta oirlas porque nos calman, después de todo eso, ¿lo echarán de menos? ¿se echarán de menos?

¿Dónde se quedaron esos niños que nadaban a mi alrededor como yo lo hacía al suyo? Sí que es verdad que a veces, al lado de donde duermo, oigo pequeños gruñidos y lloros que me recuerdan a alguien, pero apenas me llega su olor ni tampoco puedo sentir su mano sobre mi hombro. Siento otras caricias, otras manos, otros olores, y a veces, entre todos ellos, llega uno muy fuerte que destaca sobre todos los demás, uno muy especial, uno que recuerdo muy bien, uno que siempre estaba allí, cuando me despertaba y cuando me dormía, uno con el que me sentía muy a gusto. Aquel era un mimo lejano, pero el que ahora siento es una caricia poderosa, cálida, acogedora, muy cercana a mí, y yo me acurruco, y sonrío, y me duermo plácidamente con ese recuerdo en mi cabecita...

Guille y Cris

¡Qué ganas tenemos de que estén en casa y de juntarlos a todos en una misma cunita!

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