lunes, 28 de noviembre de 2011

PASANDO, QUE ES GERUNDIO

Todos me lo decían, pero hasta que no lo he vivido en mis propias carnes no me he dado cuenta de esta gran verdad: cambia muchísimo el punto de vista de antes de tener
niños y después.

Qué fácil es criar los hijos ajenos. Y qué bipolares nos volvemos las mamás, que nos comeríamos a besos a nuestros retoños en un arrebato de ternura, y a los dos minutos los dejaríamos abandonados en cualquier esquina... para volver a achucharlos lo más fuerte posible al tercer minuto.

Porque lo que piensa una no-mamá cuando ve a un niño en plena rabieta es que su madre es una incompetente, o bien por no atenderle inmediatamente y que deje de dar la murga a los demás, o bien por haberle dejado que sus anteriores pataletas surtieran efecto, y así está el niño de malcriado.

Una no-mamá puede pensar que para qué saca una madre a sus bebés de meses para ir a la carnicería, si es bien sabido que le van a montar el pollo en estéreo dolby surround más bien pronto que tarde. Y cómo es posible que la mamá deje que sus retoños de dos años den patadas en el banco, o se tiren por el suelo en la frutería. Qué poca formalidad. Y jura y perjura que ella nunca jamás le gritará a su niño enrabietado de tres años, para luego comérselo a besos a los dos minutos para que se calme, que por culpa de madres blandengues está el mundo como está.

La mamá con bebés de meses TIENE que salir de casa. Es una VALIENTE, porque con el baile continuo de tomas-cambiodepañal-vestido-dormir-vueltaaempezar (que parece mentira lo rápido que se dice y lo que se tarda en hacer), sigue adelante con la vida cotidiana. Y si tiene que ir al súper, o a la frutería, o a la carnicería, pues va. Señora no-mamá: los llantos de bebés de meses se montan en casa y fuera de casa, y muchas veces no se sabe de dónde vienen ni cómo atajarlos. Que no siempre es por hambre ni por pañal sucio. Y a mamá le viene muy bien darse una vueltecita y ventilarse; porque si a usted le molesta un llanto de dos minutos, imagínese a esa mamá que los tiene todo el día.

La mamá con niños de entre año y medio y tres años bastante tiene con gestionar las PATALETAS, que son NORMALES a esa edad. Si el pequeño monta un pollo en plena calle y su impávida madre está cerca, no es por dejadez: probablemente está intentando ponerle a raya; esa vez, como es obvio, no ha valido, pero posiblemente haya menos pataletas en el futuro para que otras no-mamás no puedan contemplar ese mismo espectáculo. Si se suelta de la mano al cruzar la calle y la madre pega un grito no es ni por histeria ni porque el niño esté necesariamente malcriado: la mamá está EDUCANDO. Posiblemente, después de la gran reprimenda, el niño no vuelva a cometer jamás esa fechoría.

Y si un crío de tres años da patadas en el banco y mamá no dice nada... lo más seguro es que ya no le queden fuerzas porque no se puede estar todo el tiempo diciendo que NO. Muy posiblemente esa misma mamá le indique más tarde a su retoño que eso NO se hace. Y si ha hecho bien todas las tareas anteriores, lo más seguro es que su nene deje de patear bancos en breve. Y cuando lo haga, la mamá se lo comerá a
besos aunque dos minutos antes le haya pegado una voz de campeonato.

Todos los niños, por buenos que sean, tienen sus momentos de gloria: rabietas, llantos, mal comportamiento... Todas las madres hemos tenido que lidiar con ellos de la mejor manera que sabemos: con una mezcla de firmeza, cariño y, a veces, para qué negarlo, de enfado.

Huelga decir que si veo que la vecina de enfrente le grita sus hijos en todo momento y circunstancia, si no le veo jamás un gesto de cariño, yo misma pensaré que eso no es educación, sino maltrato. Del mismo modo, si otra vecina pasa sistemáticamente de las gamberradas de sus retoños, eso tampoco es educación sino dejadez.

Pero por lo general, en el caso de mamás normales, en la era de lo inmediato, del titular de prensa, de la síntesis extrema, de los tuits, tenemos la tendencia a juzgar a los demás por un solo instante, aunque a esa mamá apurada no la conozcamos de nada y no la volvamos a ver jamás. Y pasa que la educación es una carrera de fondo; lamentablemente, sólo los corredores de fondo solemos tener la empatía suficiente con los demás.

A mí, al principio, me causaban apuro estas situaciones y el qué pensarían los demás, pero con el tiempo me he acordado de lo que decía mi madre: cuando seas padre, comerás huevos. Cuánta razón tenía...

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